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richardlascabezas

UN NUEVO CURSO. UNA GRAN LABOR.


Comenzamos un nuevo curso y desde el Departamento de Formación, Evaluación e Innovación queremos desear a todos un año lleno de satisfacciones.

En este blog iremos compartiendo textos, artículos, enlaces... que estén relacionados con el ámbito de nuestro Departamento.

Sirva de bienvenida este pequeño cuento...

LEYENDA DE LOS 3 CANTEROS

Cuenta la leyenda que un viajero francés realizaba a caballo el Camino de Santiago y que al pasar cerca de Miranda de Ebro, en la confluencia de las actuales provincias de Burgos, Logroño y Vitoria, avistó una cantera. Observador avezado, se quedó perplejo al contemplar a tres canteros que afanosos realizaban el mismo trabajo, el mismo trabajo, con una actitud bien diferente en cada uno de los tres.

Detuvo su montura y observó más atentamente, para intentar comprender qué hacía que cada uno se condujera de manera tan dispar. El primer cantero se paraba constantemente durante la realización del trabajo, se quejaba, vociferaba y maldecía asqueado. El segundo se mostraba silencioso, ensimismado, y como el anterior, utilizaba las herramientas propias de los canteros, pico, cincel, escoplo y martillo, para dar forma a las piedras que arrancaba de la tierra. Sus paradas no iban acompañadas de quejas, sólo de una atención concentrada para comprobar la calidad de su propio trabajo. El tercer cantero, como los anteriores, también arrancaba, cincelaba, comprobaba… pero entonando una alegre canción, ensimismado en su trabajo. Sus paradas de comprobación iban acompañadas de gestos claros de interpretar: se sentía satisfecho de lo que hacía.

La aparente disonancia hacía que el viajero francés se fijara con más ahínco en los canteros, tratando de medir cualquier gesto o circunstancia que le diera la clave de sus desiguales comportamientos. Nada. Pasado un tiempo se rindió. No comprendía, así que decidió preguntarles.

Se dirigió al primer cantero y le preguntó: “¿qué hace usted?”. El cantero le miró de soslayo escéptico del interés del viajero. Le explicó entre dientes que pasaba del alba al anochecer la jornada haciendo lo mismo, día a día, semana tras semana, mes tras mes, año tras año. Si llovía se mojaba. Si hacía sol, se tostaba. Maldecía su mala suerte.

El segundo cantero se sorprendió de la pregunta, “¿que qué hago?” y le explicó cómo daba forma a las piedras que arrancaban. Se preocupaba de forma casi obsesiva que quedara de forma cúbica. Y diciendo esto, continuó.

El tercer cantero había escuchado, ya le esperaba; lo recibió con una sonrisa y antes de que el francés pudiera decir nada, se anticipó contestándole con evidente satisfacción: “estamos construyendo la Catedral de Burgos” y siguió con su trabajo y canturreos.


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